José Juan Pintó: el aplauso de la conciencia – Obituario

28 octubre, 2020
Abadía & Abadía
Medio

“Señor Pintó”, así le llamábamos. Falleció a los 93 años en plenitud, rodeado de su familia y ejerciendo su profesión. Profundamente enamorado de su esposa Montse y de sus hijos, nietos y biznietos. 

Abogado, Doctor en Derecho, fue Decano del Colegio de Abogados de Barcelona, vicepresidente del Consejo General de la Abogacía Española, Presidente de Caja de Barcelona, que fusionó con La  Caixa, presidente de la CECA, de la Fundación “La Caixa”, Magistrado en Andorra; miembro de la Real  Academia de Jurisprudencia y Legislación; fueron numerosos sus cargos y han sido abundantes los  reconocimientos. 

No pretendo desgranar su prolífico curriculum, ni arrogarme la representación de sus colaboradores; estuve veintitrés años con él, testigo privilegiado de su profesionalidad y desbordante personalidad  humana. Abogado de raza, compartía la visión global del Derecho de su admirado Roca Sastre. Estudioso incansable, romanista excelso, su conocimiento enciclopédico fluía generosamente hacia afuera ilustrando sus piezas de orfebrería jurídica que le granjearon su fama de abogado sabio y honesto. 

Le gustaba referirse al abogado como “el soldado desconocido de la jurisprudencia”.  En su caso, un soldado que expelía su munición jurídica de su mítica “Underwood”, ante la que se sentaba a redactar frenéticamente -a dos dedos- un texto que arrancaba de cuajo y que, oportunamente descifrado por su secretaria Rosa, quedaba listo para la batalla.Recuerdo vívidamente una anécdota que le retrata muy bien. Una tarde en mis inicios, me dictó unos párrafos de perfeccionamiento de un recurso. Aquella noche me limité a introducirlos mecánicamente en el texto. Al día siguiente, al revisarlo, dijo: “Enhorabuena, este párrafo es una maravilla, un párrafo…¡feliz!”. Contesté: “Señor Pintó: ¡me lo dictó Ud, ayer mismo!”. Con frecuencia nos reíamos juntos recordándolo. 

Brillantísimo orador y conversador, rico en anécdotas, optimista, y de vastísima cultura, un polímata cual Leonardo de nuestro tiempo, capaz de explicarte cómo funcionaba la bomba atómica o los inicios del fútbol que, a su juicio, inventaron los romanos y no los ingleses. 

Siendo una figura pública, huyó siempre del foco mediático. Siendo un “primera espada”, nunca trató con superioridad a nadie. Centrado en el interés del cliente, sin esperar el reconocimiento: “busca solamente el aplauso de la conciencia”, me repitió incesantemente. 

Supo dar el relevo pese a su plenitud. Participó activamente en la fundación del ISDE y de “Economist & Jurist”, instrumentos clave en la formación de abogados. En sus esperados discursos, les decía a los graduados cuánto les envidiaba por empezar esta noble profesión. 

Amó por encima de todo a su familia. Y amó el Derecho como expresión de una ética de comportamiento. Hombre de fe inquebrantable, quiso permanecer entre los últimos, y a buen seguro que en justa correspondencia se halla ahora entre los primeros. Los santos le habrán dedicado la ovación académica de quienes reconocen a uno de los suyos. La Virgen de Guadalupe que presidía su despacho, lo habrá recibido con su abrazo de Madre.

Rafael Abadía Jordana, Abogado

Socio de Abadía & Abadía Abogados

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